viernes, 27 de marzo de 2015

Actividad 2. El hombre de la piel de animal

Hola a todos:

He intentado mantener en todo lo posible la esencia y estructura del cuento, manteniendo los roles de los personajes y manteniendo la fantasía y la magia del cuento.

Los cambios que he realizado han sido los siguientes:
  • El joven marcha a la universidad en vez de a la guerra, para hacerlo más actual a los tiempos actuales.
  • Bruja por demonio.
  • Traje mágico que te da dinero por libros, para que sea coherente con el resto de la historia, ya que el joven fue a la universidad.
  • El pacto es a cambio de convertirlo en monstruo en vez de quedarse con su alma.
  • Le regala a su enamorada la mitad de una carta en vez de un anillo.

Dada la temática, el cuento irá dirigido a niños de seis años. ¡Espero que os guste!

El hombre de la piel de animal

Había una vez, hace muchos años, un joven que vivía en una casa pobre, pobre. Era el pequeño de tres hermanos y no tenían para comer o vivir. Y entonces su padre, viudo, decidió que lo mejor que podía hacer era marchar a la universidad para labrarse un buen futuro y poder mantener a la familia. Así que el muchacho se despidió de su padre y hermanos, se hizo universitario y se fue a vivir a la ciudad más cercana en la que había una universidad.

Los años que estuvo estudiando se convirtió en un hombre y aprendió a ser fuerte, razonar y a tener mucha confianza en sí mismo. Mientras estudiaba, tenía muy buenos compañeros y adquirió muchos conocimientos. Pero el problema vino cuando acabó los estudios y tuvo que volver a su casa. Habían pasado muchas cosas en su ausencia. Su padre había rehecho su vida con una nueva mujer y sus dos hermanos mayores se habían ido también de la casa, así que cuando el joven regresó, sintió que ese ya no era su hogar y decidió independizarse. El joven cogió sus libros, que era lo único que había podido traer de la universidad y se fue por los caminos a buscar fortuna y a buscar un trabajo. Iba por todas partes diciendo que podía trabajar pero todo el mundo le decía que no les hacía falta trabajo y el pobre muchacho se pasó casi un año intentando encontrar un sitio donde vivir. Y estaba ya muy muy cansado y se le cruzó por la cabeza la idea de acabar con todo y dejarse morir. Vio que había una zona desértica y en medio, un árbol enorme. Un árbol además precioso, lleno de frutos. Entonces se acercó para coger unos frutos y comer. Estuvo comiendo y se sentó al pie del árbol pensando en lo desdichada que era su vida y que no veía solución. Entonces, a lo lejos iba viendo a una mujer que se acercaba cada vez más y más. Según llegaba, se dio cuenta de que era una mujer muy fina que llevaba un gran vestido, era una mujer con mucho dinero. Pero según se iba acercando, había algo que no le cuadraba, y se dio cuenta cuando la tuvo casi en frente. Y es que la mujer tenía una gran verruga en la nariz y era muy muy mayor. Entonces en seguida se dio cuenta: ¡esta señora es una bruja!
El muchacho pensó en salir corriendo, pero se quedó en el sitio, él era valiente y dijo que se iba a enfrentar a lo que sea. La bruja se acercó, se le quedó mirando y le dijo:

-¿Qué, aquí tomando el fresco?

-Pues sí, aquí, tomando el fresco.

-Ya… no vamos a disimular porque como sabes quién soy, sabrás que puedo leer tu mente y sé todo lo que has pensado en estos tiempos. Sé que no tienes nada que comer, incluso que has pensado en la muerte. Vengo a proponerte un trato.

-Ah, ¿sí?, ¿y qué trato es?

-Lo único que tienes que hacer es vivir siete años en las condiciones que yo te diga. Si eres capaz de salir vivo tras esos siete años, tendrás el trabajo que tú quieras y nunca más volverás a pasar penurias.

Y el joven le dijo:

-¿Y si pierdo?

-Bueno, pues si pierdes te convertiré en un monstruo el resto de tu vida.

El joven, estaba muy deprimido y pensó: no tengo nada que perder… yo me considero valiente, tengo fe en mi mismo, seguramente seré capaz de vencer a la bruja. Y le dijo que le fuera diciendo las condiciones.

La bruja le dijo:

-No, no, no. A ver, no tan deprisa porque yo te llevo escuchando unos años, pero solo ofrezco estos tratos a gente que es verdaderamente sabia. ¿Tú eres sabio?

-¿Yo? Bueno… no sabes la de exámenes que he aprobado y todo lo que he aprendido en la universidad…
-¿Y eres valiente?

-Sí, sí, también.

-Pues este es el comienzo de tu nueva aventura.

Hizo como una magia y de repente apareció una especie de piel de un animal, llena de pelos.

-Esto va a ser lo que vas a llevar encima. Ahora, debajo de esta piel no puedes ir desnudo. Yo te voy a dar el traje que llevo. Es un traje mágico. Cada vez que metas las manos en el bolsillo sacarás un libro. Puedes acumular todos los que quieras durante los siete años que te lo voy a prestar. Luego me tendrás que devolver el traje, si sigues vivo.

Entonces le dio el traje, el muchacho se lo puso, metió la mano en el bolsillo y efectivamente: sacó un libro.

-Bueno, entonces la condición es llevar el traje, llevar encima la piel y ¿ya está? ¿Durante siete años? ¿Son esas las únicas condiciones?

-No. Hay mas condiciones. Durante esos siete años no te podrás lavar, afeitar, cortar el pelo ni las uñas. Y no podrás pasar más de una semana en el mismo lugar.

El joven se quedó pensando.

-¿Hay alguna condición más?

Y la bruja le dijo:

-A ver, joven, soy una bruja. En esos siete años jamás vas a poder contactar con brujas buenas ni hacer conjuros.

El joven entonces dijo, bueno, solo tengo que estar siete años hecho un cerdo, deambulando por los caminos que es en definitiva lo que llevo haciendo desde hace mucho…

-Bueno, pues yo creo que lo puedo superar.

El caso es que hizo el pacto con la bruja y se marchó todo contento. Metió la mano en el bolsillo, sacó un libro, lo envolvió en un pañuelo, volvió a meter la mano en el bolsillo, sacó otro libro, lo envolvió en un pañuelo, y pensó que había que buscar un sitio donde guardarlos. Tras haber leído su primer libro de arquitectura, se construyó una casa. Una casa no muy rica, una casa que pensaba que le serviría el día de mañana cuando ganara la apuesta a la bruja. La construyó cerca de donde había estado viviendo con sus padres. Hizo un agujero debajo de la casa y se tiró prácticamente toda la semana metiendo la mano en el bolsillo y sacando libros para después, cuando tuviera que devolver el traje mágico.

A la semana marchó a otro pueblo. Allá donde iba, como era una persona buena, lo que hacía era regalar libros a la gente que lo necesitaba, y a todo el mundo le decía:

Y así, iban pasando las semanas, iba cambiando de pueblo, y según iban pasando las semanas, aunque él seguía siendo igual de sociable, la gente ya empezaba a alejarse de él.

Cuando habían pasado ya un par de meses, ya no tenía el aspecto tan agradable que tenía al principio, ni el olor tan agradable que tenía al principio, y la gente se apartaba. Estaba sucio, sudaba, las uñas, el pelo, la barba… Iban pasando los tiempos y siempre que encontraba a alguien que necesitara ayuda, él seguía regalando libros. Pero había llegado un momento en que ya no le dejaban. Aunque llevara un traje rico, este también se había estropeado, y como no se lo podía quitar porque perdería la apuesta, la gente se apartaba. Cuando iba a un hostal a preguntar si se podía quedar a dormir, como mucho le decían que se podía quedar en el granero. Pero en invierno pasaba frío, hambre… pero él seguía pensando que solo eran siete años. Siete años de penurias, pero el resto de la vida iba a poder vivir bien, y disfrutar de una vida que no hubiera podido tener si no hubiera hecho ese pacto.

Cuando habían pasado los cinco primeros años, ya tenía un aspecto absolutamente desastroso, ya no se acercaban a él ni los chiquillos a tirarle piedras. Le daba miedo a todo el mundo.

Un día que había nevado y hacía muchísimo frío, entró en una posada pidiendo por favor que le dejaran dormir en caliente y le dijeron que podía dormir en el establo. Entonces se fue allí, se tumbó para resguardarse del frío y de la lluvia y escuchó como un hombre estaba llorando desconsoladamente en el establo y se acercó a escuchar. Era un hombre mayor y como era de noche y no se veía bien, se acercó y se sentó cerca de él. Le dijo:

-No te asustes ni por mi olor ni por mi aspecto ni por lo que puedas ver de mí porque no soy un mal hombre y no te voy a hacer daño. Cuéntame tu historia.

El hombre entonces le contó que tenía tres hijas, que había tenido la desgracia de perder toda la mercancía que iba a vender ese año en el mercado a consecuencia de un naufragio, y que estaba en la ruina y que sus hijas se iba a ver obligadas a ponerse a trabajar como criadas.

Entonces el joven le dijo que le iba a regalar un libro que explicaba cómo salir de esa situación.

Entonces, el hombre le abrazó a pesar de que oliera mal y le dijo:

-Mañana vente conmigo a mi casa que te voy a tratar como te mereces, como una persona generosa y de gran corazón.

A la mañana siguiente, que ya había luz y se le veía completamente, no es que se arrepintiera de haberle invitado, pero pensó en cómo iba a llevar a ese señor a casa.

El caso es que se fueron los dos a la casa y le presentó a sus hijas. La pequeña era una niña, pero las otras dos estaban en edad casadera. El hombre le dijo que lo único que le podía ofrecer, a cambio de la ayuda que le había prestado, es que se casara con cualquiera de sus hijas mayores.

-Elije a la que quieras y cásate con ella.

La mayor de ellas salió corriendo llorando y dijo que de ninguna manera se iba a casar con aquel joven. La mediana, que era más jovencita, le dijo a su padre que si había sido tan bueno de ayudar a una persona completamente extraña, pues tenía que ser una buena persona y que ella estaba dispuesta a casarse con él.

El caso es que, como solo podía pasar una semana en aquel lugar, pues el joven se quedó una semana, y la chica que en teoría se iba a casar con él, quiso conocerlo. Entonces, pues hablaba con él, y éste le contaba muchas cosas que había aprendido en la universidad y en todos los libros que había leído, y la chica se fue enamorando de él y él se fue enamorando de ella. Cuando ya faltaba poquito para que pasara una semana, él le dijo:

-Me tengo que ir. Dentro de dos años volveré a buscarte. Te voy a dejar la mitad de esta carta, rompió la carta por la mitad, para que te acuerdes de mí, para que me tengas siempre presente. Guárdala donde quieras. Si cuando vuelvo sigues queriendo estar conmigo, pues entonces nos casaremos. Si no, te liberaré de tu promesa, porque en realidad te vas a casar con un extraño.

Entonces la chica se despidió de él y el muchacho se marchó.

Los dos últimos años de su aventura, fueron todavía peores que os anteriores, aunque él seguía comportándose con los demás de forma generosa.

El caso es que pasaron los siete años, y el muchacho que ya era un monstruo, volvió al lugar donde había encontrado a la bruja y se sentó a esperarla.

A la misma hora, siete años después, la vio venir. La bruja venía un poco mosqueada, pensaba que iba a haber ganado la apuesta y se daba cuenta de que no. El caso es que le dijo:

-Devuélveme mi traje ahora mismo.

Y el chico le dijo:

-¿Cómo? Ya no sirve para nada.

El chico había hurgado todo lo que había podido y ya había guardado tantos libros como había querido. Le devolvió el traje y en ese momento se volvió a reencontrar con sus ropas y la bruja le dijo:

-Bueno, como has ganado la apuesta, no te convertiré en un monstruo, así que yo me voy.

El chico le dice:

-Shh, espera, devuélveme mi aspecto.

La bruja hizo un poco de magia y el chaval volvió a encontrarse como era, siete años después. La bruja se fue muy enfadada y el joven fue a la casa que había comprado. Abrió su propio negocio, una librería, y reunió todos los libros que había ido reuniendo. Como la librería era muy grande y tenía tantos libros de todo tipo, le iba muy bien y compró un caballo, compró un carro y se fue corriendo a buscar a la chica a la que no había olvidado. Se presentó en la casa, con ropas ricas, todo guapo, afeitado, elegante… Cuando llegó a la puerta de la casa, la hermana mayor, que vio a un chico tan guapo, tan rico, delante de la casa, pensó que era para ella, y se dedicó a revolotear a su alrededor. El chico pidió que si se podía quedar allí a cenar, que se le había hecho de noche. Y el hombre, que era encantador, le dijo que pasara y cenara con ellos. Cuando llegó la hora del postre, en un momento en el que la chica que era su novia se dio la vuelta, él le puso su mitad su mitad de la carta encima de la mesa y cuando ella lo vio, se dio cuenta de que el que tenía delante era el chico al que le había prometido esperar. Se puso super contenta y le abrazó. La hermana mayor, al darse cuenta de lo que se había perdido, se fue a la parte de atrás de la casa, se arañó con las uñas toda la cara y se quedó desfigurada de por vida.

En ese momento, llegó la bruja y llamó a la puerta, entró, se puso delante del joven, y le dijo:

-No ha estado mal el plan. Te he perdido a ti, pero he ganado a otra.

Y desapareció para siempre. El chico y la chica fueron felices siempre.

Colorín colorado, este cuento se ha acabado.